BRASIL: IDEAS PARA DONDE PASAR EL FIN DEL MUNDO, de João Almino. Francisco Cervantes, Cuaderno de Sábado, México.

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Cuaderno de Sábado, Uno más Uno, México, 06 de junio de 1987

Francisco Cervantes

El año pasado, aproximadamente a mediados, la revista Vuelta publicó un fragmento de la nueva novela brasileña que lleva el mismo título que esta columna: “Ideas para donde pasar el fin del mundo”, de João Almino.

Ensayista político y diplomático -sirvió como agregado político recientemente en México, hasta 1985-, filósofo y narrador, fue profesor de fi losofía en la UNAM, durante sus gestiones diplomáticas en este país, Almino es autor de un texto fundamental sobre las posibilidades políticas y de entendimiento entre representantes y representados: La edad del presente (FCE, 1986). En la Ecole des Hautes Etudes fue discípulo de Claude Lafort, de quien aprendió y desarrolló formas de pensar y plantear sus problemas. Nacido en Moçoró, Río Grande do Norte en 1950, João Almino ha servido al Brasil en Beirut, París y México.

Para muchos podría ser una sorpresa las múltiples y hasta aparentemente opuestas activi- dades intelectuales de Almino. No para quienes le trataron y conocieron. Su constante contacto con les artes plásticas, con la obra de creación del Brasil y muy particularmente con la poesía joven de su país lo mantienen en “excelente forma” desde el punto de vista de información y conocimiento de las corrientes de creación estética más destacada. De ahí que el hecho de escribir una novella, y se trata de una obra sobresaliente, no deba sorprender a nadie y más bien ser el resultado congruente de una posición tan inquieta e inquietante dentro de las letras contemporáneas.

Tenemos algunos recuerdos personales de él y de Bia Wouk, su compañera, cuyo talento gráfico no sólo es impresionante sino profundamente hermoso. Su obra plástica -dibujos a crayon – se puede considerar desde hace años verdadera obra maestra.

Pero volvamos al propio Almino. Hacia fines de su permanencia en México, la UAM consideró la publicación de 3 ensayos sobre la obra de Guirnarães Rosa preparados por Walnice Nogueira Gaivão. Digo eso porque la edición de Brasiliense Ileva un prefacio justamente de esta investigadora y crítica literaria brasileña, entre cuyas especialidades descuellan dos: Guimarães y Euclides da Cunha, sobre cuya importancia ha publicado destacados trabajos.

“El movible juego de engaños que emprende esta narración hechiza y conduce al lector de la nariz. La narración -¿novela, anti-novela, no-novela?- quiere pasar inicialmente, y como tal se presenta, como guión cinematográfico. Y el lector no informado, envuelto por la ficción, puede fingir para si mismo que cree estar leyendo el guión de un filme futuro si llega a olvidarse de la ausencia de indicaciones típicas de esos trabajos como subrayados musicales o de sonido, indicaciones para el escenario, etc. Luego advertirá que está siendo engañado, aunque el narrador insista en la exposición de su guión.

“Nos encontramos de regreso con un autor difunto, como una clara alusión a Machado de Assis (Memorias de Blas Cubas). No se trata de los papeles encontrados ‘post mortem’, sino un relato pronunciado por una voz que puede enunciar lo imposible (‘cuando morí’) entre reflexiones sobre el Universo y sobre sus preferencias referentes a las técnicas o a los autores cinematográficos.

“Como si no fuera suficiente, esta prosa, que quiere ser aceptada cómo guión cinematográfico, propone como punto de partida suyo, una fotografía tomada en Brasilia, para (a partir de ella) dedicarse a reconstruir la historia de las relaciones entre los personajes que la integran, en el momento en que la cámara disparó.”

Interrumpimos brevemente a doña Walnice para establecer un antecedente con literatura de lengua española de primera línea: Bioy Casares. Parece ser que Dormir al sol, de tan importante narrador, tiene como antecedente un antiquísimo cuento – más de 20 años anterior a esa novela – que ya Bioy Casares no considera: un hombre reune a su hija y a un posible (imposible) galán suyo, a través de una fotografía o -mejor aún- del montaje de dos fotografías donde se ven, por separado, su hija y el galán. Los une en imagen, sin que éstos sepan de tal unión. Bien es cierto que en el texto de Almino no sólo no se dan estas artificialidades fotográficas, aunque Bioy Casares maneje sus historias con la fluidez de los hechos cotidianos y verídicos.

Volvamos al prefacio da Walnice sobre Almino: “A la insatisfacción de lo precario de una fotografía, a la falta de elementos fermentadores de la opacidad de lo vivido que implica, viene a agregarse la insatisfacción del aire enrarecido del cine, de la literatura y de la ‘vida real’. El narrador medita sobre la parca naturaleza da lo fragmentado y de la falta de permanencia”.

La vida espiritual y de espiritistas, una carrera política moderna y sorprendente -el primer presidente negro del Brasil-, las memorias de un Brasil y de un país por demás diferentes, pero enraizados en nuestro presente, seguramente harán que acudamos a esta “Ideas para dónde pasar el fin del mundo”, próximamente, a través de un fragmento de capitulo a un capítulo completo en este suplemento mismo.

La aparición, primero de los personajes que se ven en la fotografía, más adelante de quienes presenciaron su toma y aún de quienes no saben de ella, irá ampliando ese territorio no por imaginario menos verídico y no por futurista menos presente en nuestra lectura emocionada.

A veces, cuando leemos esta obra, densa y amplia como pocas, aunque en la creación contemporánea ya van varios casos que se dan se nos antoja comparar a Almino con Del Paso. Es claro que para ventaja de Almino, por que su libro no está escrito con diccionarios, sino con emociones vivas. Y mientras que este fin del mundo, el Apocalipsis que se da en Brasilia no requiere da horas y horas de sueño superado. Del Paso nos involucraba en simples citas de otros textos, tratando de que Cortázar reviviera en su prosa de copy writer paseador.

En fin, aunque esperamos de Almino todavía más, una lectura mayormente concentrada, resulta claro que, de antemano, son profundamente humanas y creadoras éstas “Ideas para dónde pasar al fin del mundo”, que, como muchas otras de lengua portuguesa, vengan a enriquecer nuestro patrimonio narrativo.

Cuaderno de Sábado, Uno más Uno, México, 06 de junio de 1987

El año pasado, aproximadamente a mediados, la revista Vuelta publicó un fragmento de la nueva novela brasileña que lleva el mismo título que esta columna: “Ideas para donde pasar el fin del mundo”, de João Almino.

Ensayista político y diplomático -sirvió como agregado político recientemente en México, hasta 1985-, filósofo y narrador, fue profesor de fi losofía en la UNAM, durante sus gestiones diplomáticas en este país, Almino es autor de un texto fundamental sobre las posibilidades políticas y de entendimiento entre representantes y representados: La edad del presente (FCE, 1986). En la Ecole des Hautes Etudes fue discípulo de Claude Lafort, de quien aprendió y desarrolló formas de pensar y plantear sus problemas. Nacido en Moçoró, Río Grande do Norte en 1950, João Almino ha servido al Brasil en Beirut, París y México.

Para muchos podría ser una sorpresa las múltiples y hasta aparentemente opuestas activi- dades intelectuales de Almino. No para quienes le trataron y conocieron. Su constante contacto con les artes plásticas, con la obra de creación del Brasil y muy particularmente con la poesía joven de su país lo mantienen en “excelente forma” desde el punto de vista de información y conocimiento de las corrientes de creación estética más destacada. De ahí que el hecho de escribir una novella, y se trata de una obra sobresaliente, no deba sorprender a nadie y más bien ser el resultado congruente de una posición tan inquieta e inquietante dentro de las letras contemporáneas.

Tenemos algunos recuerdos personales de él y de Bia Wouk, su compañera, cuyo talento gráfico no sólo es impresionante sino profundamente hermoso. Su obra plástica -dibujos a crayon – se puede considerar desde hace años verdadera obra maestra.

Pero volvamos al propio Almino. Hacia fines de su permanencia en México, la UAM consideró la publicación de 3 ensayos sobre la obra de Guirnarães Rosa preparados por Walnice Nogueira Gaivão. Digo eso porque la edición de Brasiliense Ileva un prefacio justamente de esta investigadora y crítica literaria brasileña, entre cuyas especialidades descuellan dos: Guimarães y Euclides da Cunha, sobre cuya importancia ha publicado destacados trabajos.

“El movible juego de engaños que emprende esta narración hechiza y conduce al lector de la nariz. La narración -¿novela, anti-novela, no-novela?- quiere pasar inicialmente, y como tal se presenta, como guión cinematográfico. Y el lector no informado, envuelto por la ficción, puede fingir para si mismo que cree estar leyendo el guión de un filme futuro si llega a olvidarse de la ausencia de indicaciones típicas de esos trabajos como subrayados musicales o de sonido, indicaciones para el escenario, etc. Luego advertirá que está siendo engañado, aunque el narrador insista en la exposición de su guión.

“Nos encontramos de regreso con un autor difunto, como una clara alusión a Machado de Assis (Memorias de Blas Cubas). No se trata de los papeles encontrados ‘post mortem’, sino un relato pronunciado por una voz que puede enunciar lo imposible (‘cuando morí’) entre reflexiones sobre el Universo y sobre sus preferencias referentes a las técnicas o a los autores cinematográficos.

“Como si no fuera suficiente, esta prosa, que quiere ser aceptada cómo guión cinematográfico, propone como punto de partida suyo, una fotografía tomada en Brasilia, para (a partir de ella) dedicarse a reconstruir la historia de las relaciones entre los personajes que la integran, en el momento en que la cámara disparó.”

Interrumpimos brevemente a doña Walnice para establecer un antecedente con literatura de lengua española de primera línea: Bioy Casares. Parece ser que Dormir al sol, de tan importante narrador, tiene como antecedente un antiquísimo cuento – más de 20 años anterior a esa novela – que ya Bioy Casares no considera: un hombre reune a su hija y a un posible (imposible) galán suyo, a través de una fotografía o -mejor aún- del montaje de dos fotografías donde se ven, por separado, su hija y el galán. Los une en imagen, sin que éstos sepan de tal unión. Bien es cierto que en el texto de Almino no sólo no se dan estas artificialidades fotográficas, aunque Bioy Casares maneje sus historias con la fluidez de los hechos cotidianos y verídicos.

Volvamos al prefacio da Walnice sobre Almino: “A la insatisfacción de lo precario de una fotografía, a la falta de elementos fermentadores de la opacidad de lo vivido que implica, viene a agregarse la insatisfacción del aire enrarecido del cine, de la literatura y de la ‘vida real’. El narrador medita sobre la parca naturaleza da lo fragmentado y de la falta de permanencia”.

La vida espiritual y de espiritistas, una carrera política moderna y sorprendente -el primer presidente negro del Brasil-, las memorias de un Brasil y de un país por demás diferentes, pero enraizados en nuestro presente, seguramente harán que acudamos a esta “Ideas para dónde pasar el fin del mundo”, próximamente, a través de un fragmento de capitulo a un capítulo completo en este suplemento mismo.

La aparición, primero de los personajes que se ven en la fotografía, más adelante de quienes presenciaron su toma y aún de quienes no saben de ella, irá ampliando ese territorio no por imaginario menos verídico y no por futurista menos presente en nuestra lectura emocionada.

A veces, cuando leemos esta obra, densa y amplia como pocas, aunque en la creación contemporánea ya van varios casos que se dan se nos antoja comparar a Almino con Del Paso. Es claro que para ventaja de Almino, por que su libro no está escrito con diccionarios, sino con emociones vivas. Y mientras que este fin del mundo, el Apocalipsis que se da en Brasilia no requiere da horas y horas de sueño superado. Del Paso nos involucraba en simples citas de otros textos, tratando de que Cortázar reviviera en su prosa de copy writer paseador.

En fin, aunque esperamos de Almino todavía más, una lectura mayormente concentrada, resulta claro que, de antemano, son profundamente humanas y creadoras éstas “Ideas para dónde pasar al fin del mundo”, que, como muchas otras de lengua portuguesa, vengan a enriquecer nuestro patrimonio narrativo.

Cuaderno de Sábado, Uno más Uno, México, 06 de junio de 1987

El año pasado, aproximadamente a mediados, la revista Vuelta publicó un fragmento de la nueva novela brasileña que lleva el mismo título que esta columna: “Ideas para donde pasar el fin del mundo”, de João Almino.

Ensayista político y diplomático -sirvió como agregado político recientemente en México, hasta 1985-, filósofo y narrador, fue profesor de fi losofía en la UNAM, durante sus gestiones diplomáticas en este país, Almino es autor de un texto fundamental sobre las posibilidades políticas y de entendimiento entre representantes y representados: La edad del presente (FCE, 1986). En la Ecole des Hautes Etudes fue discípulo de Claude Lafort, de quien aprendió y desarrolló formas de pensar y plantear sus problemas. Nacido en Moçoró, Río Grande do Norte en 1950, João Almino ha servido al Brasil en Beirut, París y México.

Para muchos podría ser una sorpresa las múltiples y hasta aparentemente opuestas activi- dades intelectuales de Almino. No para quienes le trataron y conocieron. Su constante contacto con les artes plásticas, con la obra de creación del Brasil y muy particularmente con la poesía joven de su país lo mantienen en “excelente forma” desde el punto de vista de información y conocimiento de las corrientes de creación estética más destacada. De ahí que el hecho de escribir una novella, y se trata de una obra sobresaliente, no deba sorprender a nadie y más bien ser el resultado congruente de una posición tan inquieta e inquietante dentro de las letras contemporáneas.

Tenemos algunos recuerdos personales de él y de Bia Wouk, su compañera, cuyo talento gráfico no sólo es impresionante sino profundamente hermoso. Su obra plástica -dibujos a crayon – se puede considerar desde hace años verdadera obra maestra.

Pero volvamos al propio Almino. Hacia fines de su permanencia en México, la UAM consideró la publicación de 3 ensayos sobre la obra de Guirnarães Rosa preparados por Walnice Nogueira Gaivão. Digo eso porque la edición de Brasiliense Ileva un prefacio justamente de esta investigadora y crítica literaria brasileña, entre cuyas especialidades descuellan dos: Guimarães y Euclides da Cunha, sobre cuya importancia ha publicado destacados trabajos.

“El movible juego de engaños que emprende esta narración hechiza y conduce al lector de la nariz. La narración -¿novela, anti-novela, no-novela?- quiere pasar inicialmente, y como tal se presenta, como guión cinematográfico. Y el lector no informado, envuelto por la ficción, puede fingir para si mismo que cree estar leyendo el guión de un filme futuro si llega a olvidarse de la ausencia de indicaciones típicas de esos trabajos como subrayados musicales o de sonido, indicaciones para el escenario, etc. Luego advertirá que está siendo engañado, aunque el narrador insista en la exposición de su guión.

“Nos encontramos de regreso con un autor difunto, como una clara alusión a Machado de Assis (Memorias de Blas Cubas). No se trata de los papeles encontrados ‘post mortem’, sino un relato pronunciado por una voz que puede enunciar lo imposible (‘cuando morí’) entre reflexiones sobre el Universo y sobre sus preferencias referentes a las técnicas o a los autores cinematográficos.

“Como si no fuera suficiente, esta prosa, que quiere ser aceptada cómo guión cinematográfico, propone como punto de partida suyo, una fotografía tomada en Brasilia, para (a partir de ella) dedicarse a reconstruir la historia de las relaciones entre los personajes que la integran, en el momento en que la cámara disparó.”

Interrumpimos brevemente a doña Walnice para establecer un antecedente con literatura de lengua española de primera línea: Bioy Casares. Parece ser que Dormir al sol, de tan importante narrador, tiene como antecedente un antiquísimo cuento – más de 20 años anterior a esa novela – que ya Bioy Casares no considera: un hombre reune a su hija y a un posible (imposible) galán suyo, a través de una fotografía o -mejor aún- del montaje de dos fotografías donde se ven, por separado, su hija y el galán. Los une en imagen, sin que éstos sepan de tal unión. Bien es cierto que en el texto de Almino no sólo no se dan estas artificialidades fotográficas, aunque Bioy Casares maneje sus historias con la fluidez de los hechos cotidianos y verídicos.

Volvamos al prefacio da Walnice sobre Almino: “A la insatisfacción de lo precario de una fotografía, a la falta de elementos fermentadores de la opacidad de lo vivido que implica, viene a agregarse la insatisfacción del aire enrarecido del cine, de la literatura y de la ‘vida real’. El narrador medita sobre la parca naturaleza da lo fragmentado y de la falta de permanencia”.

La vida espiritual y de espiritistas, una carrera política moderna y sorprendente -el primer presidente negro del Brasil-, las memorias de un Brasil y de un país por demás diferentes, pero enraizados en nuestro presente, seguramente harán que acudamos a esta “Ideas para dónde pasar el fin del mundo”, próximamente, a través de un fragmento de capitulo a un capítulo completo en este suplemento mismo.

La aparición, primero de los personajes que se ven en la fotografía, más adelante de quienes presenciaron su toma y aún de quienes no saben de ella, irá ampliando ese territorio no por imaginario menos verídico y no por futurista menos presente en nuestra lectura emocionada.

A veces, cuando leemos esta obra, densa y amplia como pocas, aunque en la creación contemporánea ya van varios casos que se dan se nos antoja comparar a Almino con Del Paso. Es claro que para ventaja de Almino, por que su libro no está escrito con diccionarios, sino con emociones vivas. Y mientras que este fin del mundo, el Apocalipsis que se da en Brasilia no requiere da horas y horas de sueño superado. Del Paso nos involucraba en simples citas de otros textos, tratando de que Cortázar reviviera en su prosa de copy writer paseador.

En fin, aunque esperamos de Almino todavía más, una lectura mayormente concentrada, resulta claro que, de antemano, son profundamente humanas y creadoras éstas “Ideas para dónde pasar al fin del mundo”, que, como muchas otras de lengua portuguesa, vengan a enriquecer nuestro patrimonio narrativo.

Cuaderno de Sábado, Uno más Uno, México, 06 de junio de 1987

El año pasado, aproximadamente a mediados, la revista Vuelta publicó un fragmento de la nueva novela brasileña que lleva el mismo título que esta columna: “Ideas para donde pasar el fin del mundo”, de João Almino.

Ensayista político y diplomático -sirvió como agregado político recientemente en México, hasta 1985-, filósofo y narrador, fue profesor de fi losofía en la UNAM, durante sus gestiones diplomáticas en este país, Almino es autor de un texto fundamental sobre las posibilidades políticas y de entendimiento entre representantes y representados: La edad del presente (FCE, 1986). En la Ecole des Hautes Etudes fue discípulo de Claude Lafort, de quien aprendió y desarrolló formas de pensar y plantear sus problemas. Nacido en Moçoró, Río Grande do Norte en 1950, João Almino ha servido al Brasil en Beirut, París y México.

Para muchos podría ser una sorpresa las múltiples y hasta aparentemente opuestas activi- dades intelectuales de Almino. No para quienes le trataron y conocieron. Su constante contacto con les artes plásticas, con la obra de creación del Brasil y muy particularmente con la poesía joven de su país lo mantienen en “excelente forma” desde el punto de vista de información y conocimiento de las corrientes de creación estética más destacada. De ahí que el hecho de escribir una novella, y se trata de una obra sobresaliente, no deba sorprender a nadie y más bien ser el resultado congruente de una posición tan inquieta e inquietante dentro de las letras contemporáneas.

Tenemos algunos recuerdos personales de él y de Bia Wouk, su compañera, cuyo talento gráfico no sólo es impresionante sino profundamente hermoso. Su obra plástica -dibujos a crayon – se puede considerar desde hace años verdadera obra maestra.

Pero volvamos al propio Almino. Hacia fines de su permanencia en México, la UAM consideró la publicación de 3 ensayos sobre la obra de Guirnarães Rosa preparados por Walnice Nogueira Gaivão. Digo eso porque la edición de Brasiliense Ileva un prefacio justamente de esta investigadora y crítica literaria brasileña, entre cuyas especialidades descuellan dos: Guimarães y Euclides da Cunha, sobre cuya importancia ha publicado destacados trabajos.

“El movible juego de engaños que emprende esta narración hechiza y conduce al lector de la nariz. La narración -¿novela, anti-novela, no-novela?- quiere pasar inicialmente, y como tal se presenta, como guión cinematográfico. Y el lector no informado, envuelto por la ficción, puede fingir para si mismo que cree estar leyendo el guión de un filme futuro si llega a olvidarse de la ausencia de indicaciones típicas de esos trabajos como subrayados musicales o de sonido, indicaciones para el escenario, etc. Luego advertirá que está siendo engañado, aunque el narrador insista en la exposición de su guión.

“Nos encontramos de regreso con un autor difunto, como una clara alusión a Machado de Assis (Memorias de Blas Cubas). No se trata de los papeles encontrados ‘post mortem’, sino un relato pronunciado por una voz que puede enunciar lo imposible (‘cuando morí’) entre reflexiones sobre el Universo y sobre sus preferencias referentes a las técnicas o a los autores cinematográficos.

“Como si no fuera suficiente, esta prosa, que quiere ser aceptada cómo guión cinematográfico, propone como punto de partida suyo, una fotografía tomada en Brasilia, para (a partir de ella) dedicarse a reconstruir la historia de las relaciones entre los personajes que la integran, en el momento en que la cámara disparó.”

Interrumpimos brevemente a doña Walnice para establecer un antecedente con literatura de lengua española de primera línea: Bioy Casares. Parece ser que Dormir al sol, de tan importante narrador, tiene como antecedente un antiquísimo cuento – más de 20 años anterior a esa novela – que ya Bioy Casares no considera: un hombre reune a su hija y a un posible (imposible) galán suyo, a través de una fotografía o -mejor aún- del montaje de dos fotografías donde se ven, por separado, su hija y el galán. Los une en imagen, sin que éstos sepan de tal unión. Bien es cierto que en el texto de Almino no sólo no se dan estas artificialidades fotográficas, aunque Bioy Casares maneje sus historias con la fluidez de los hechos cotidianos y verídicos.

Volvamos al prefacio da Walnice sobre Almino: “A la insatisfacción de lo precario de una fotografía, a la falta de elementos fermentadores de la opacidad de lo vivido que implica, viene a agregarse la insatisfacción del aire enrarecido del cine, de la literatura y de la ‘vida real’. El narrador medita sobre la parca naturaleza da lo fragmentado y de la falta de permanencia”.

La vida espiritual y de espiritistas, una carrera política moderna y sorprendente -el primer presidente negro del Brasil-, las memorias de un Brasil y de un país por demás diferentes, pero enraizados en nuestro presente, seguramente harán que acudamos a esta “Ideas para dónde pasar el fin del mundo”, próximamente, a través de un fragmento de capitulo a un capítulo completo en este suplemento mismo.

La aparición, primero de los personajes que se ven en la fotografía, más adelante de quienes presenciaron su toma y aún de quienes no saben de ella, irá ampliando ese territorio no por imaginario menos verídico y no por futurista menos presente en nuestra lectura emocionada.

A veces, cuando leemos esta obra, densa y amplia como pocas, aunque en la creación contemporánea ya van varios casos que se dan se nos antoja comparar a Almino con Del Paso. Es claro que para ventaja de Almino, por que su libro no está escrito con diccionarios, sino con emociones vivas. Y mientras que este fin del mundo, el Apocalipsis que se da en Brasilia no requiere da horas y horas de sueño superado. Del Paso nos involucraba en simples citas de otros textos, tratando de que Cortázar reviviera en su prosa de copy writer paseador.

En fin, aunque esperamos de Almino todavía más, una lectura mayormente concentrada, resulta claro que, de antemano, son profundamente humanas y creadoras éstas “Ideas para dónde pasar al fin del mundo”, que, como muchas otras de lengua portuguesa, vengan a enriquecer nuestro patrimonio narrativo.