El ensayo brasileño, hoy

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La Tempestad, México, 05/06/2012

El ensayo brasileño, hoy

Por José Luis Bobadilla

El ensayo admite cualquier forma y es, como Robert Musil ha dicho, “un terreno en que se puede trabajar con precisión, hacer algo con descuido… O bien; el máximo rigor accesible en un terreno en el que no se puede trabajar con precisión”. Brasil posee una rica tradición ensayística con un amplio registro que va del ensayo más informal y literario, al más duro, el académico, el reservado para especialistas. Una muestra de ello es la antología Ensayista brasileños. Literatura, cultura y sociedad que Regina Crespo y Rodolfo Mata coordinaron para la colección de la UNAM “Poemas y ensayos” en el 2005. Ahí se incluyó un trabajo de Euclides Da Cunha, autor deLos sertones, un libro que bien podría compararse con Facundo de Juan Domingo Sarmiento, Una excusión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, o Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada, obras argentinas que por sus características particulares desbordan todo género, dando forma a inquietudes personales mediante un lenguaje, hasta antes de ellos, inédito. Estos libros fueron posibles gracias a condiciones históricas, culturales, y hasta geográficas, muy especiales.

Lo anterior lo ha reconocido João Almino (en imagen) y no es gratuito que Tendencias de la literatura brasileña (Leviatán, 2010), abra sus páginas con un texto sobre Brasilia, la ciudad donde ha ubicado hasta el día de hoy, cinco de sus narraciones que conforman un solo proyecto literario. Almino ha sido poco traducido al español, pero es posible leer su narración Las cinco estaciones del amor, que Alfaguara publicó en el 2003. Tendencias de la literatura brasileña forma parte de la tradición del ensayo de su país, y sin ser estrictamente un libro para conocedores, su lectura exige ciertos conocimientos precedentes. Almino pretende dibujar un mapa de la literatura actual de Brasil, y para ello revisa en sus trabajos la poesía y la narrativa del siglo XX brasileño. Hay cuatro grandes apartados, desde lo cuales proyecta sus ideas: “Mito, utopía y transculturalismo”, sobre la construcción y significación de Brasilia, pero también acerca de algunos desarrollos de la narrativa occidental; “Expresiones literarias del universalismo descentrado”, un recorrido de Machado de Assis a Clarice Lispector, repasando al mismo tiempo las ideas de Oswald de Andrade sobre la antropofagia cultural, y su ejercicio en el presente; “Diálogos literarios. Brasil-Portugal y Brasil-Estados Unidos”, un capítulo extenso y complejo al respecto de estas relaciones; y finalmente “Poéticas del vacío”, un análisis más específico de autores como Robert Creeley (a quien Almino entrevistó junto con Regis Bonvicino en 1996), Herberto Helder o João Cabral de Melo Neto.

Los títulos de los capítulos quizá son poco certeros, pues el libro de Almino no es para nada el libro de un profesor sino el de un escritor, y por lo mismo sus palabras poseen el riesgo de una imaginación que se abre paso. Su trabajo sobre Brasilia es atrayente y sugiere constantemente ideas que chispean inteligencia: “Incluso preservada, la arquitectura absorbe el espíritu del tiempo, acomodándose a las nuevas realidades. […] Así pues, en Brasilia se ven exacerbados tanto la tensión entre la racionalidad geométrica y la vivencia creativa de lo cotidiano […]“. Uno de las preocupaciones principales del libro es el deseo de “liberar a la creación para que no permanezca cautiva de las modas internacionales ni, tampoco, de las fronteras o raíces”, y que como bien elabora Almino es posible hacer frente desde una posición cosmopolita pero que no niega lo local ni lo concreto. Esto es un poco a lo que se refiere ese concepto de “universalismo descentrado”. Posiciones de este tipo, comenzaron a configurarse desde el periodo conocido como “modernismo brasileño”. Ahí hubo escritores que hoy son figura tutelares como Graciliano Ramos, y que con su nouvelle Vidas secas consiguió integrar sin abandonar una postura de invención literaria, de creación de formas y un lenguaje personal, un territorio y un paisaje regional. Algo sin duda muy parecido a lo que Rulfo hizo en México, escribir utilizando los recursos más avanzados de la literatura de su momento, sin despegarse de un entorno que conocía muy bien, y que por lo mismo era capaz de volverlo concreto y verosímil.

Sin embargo, lo que más me ha sorprendido del libro de João Almino, es su íntima relación con la poesía. El conocimiento preciso con el que habla de la poesía brasileña y también norteamericana, no puede ser otro que el que deriva de una larga relación filtrada a lo largo de años de lectura cuidadosa. Sus análisis de poemas de Creeley, Cabral de Melo Neto y Helder son respetuosos y cargados de admiración, lo que no impide que puedan hacerse observaciones hondas: “En Creeley, a partir de lo estático y lo silencioso la forma y el concepto ganan expresión, cual piedra sobre la cual descansa la mente, o cual figura extraída de la madera”. Cualquiera que haya leído al poeta norteamericano puede reconocer esto como cierto, y si era una intuición, gracias a Almino ha quedado por fin expresado con palabras claras.
La comparación es una herramienta poderosa y Almino lo sabe. Por ello no tiene miedo en utilizarla, aún cuando los objetos de ésta estén demasiado lejos. Hay en esto mucho que aprender. En las páginas donde contrapone la poesía norteamericana con la brasileña, se destacan los puntos de contacto, aunque se establecen además las diferencias. Es de hacer notar que Brasil y Estados Unidos poseen estos vasos comunicantes y es extraño, que nosotros más cerca de Estados Unidos, no hayamos hecho una revisión más exhaustiva de esta relación. Me dio gusto leer el reconocimiento que Almino hace de Armando Freitas Filho, un extraordinario poeta que quedó al margen de Nothing the Sun Could Not Explain (Sun&Moon, 2000), la famosa antología de poetas brasileños editada en E.U. por Michael Palmer y Nelson Ascher. Unas líneas sobre la obra de Freitas Filho, quedan pendientes.

La Tempestad, México, 05/06/2012

El ensayo brasileño, hoy

Por José Luis Bobadilla

El ensayo admite cualquier forma y es, como Robert Musil ha dicho, “un terreno en que se puede trabajar con precisión, hacer algo con descuido… O bien; el máximo rigor accesible en un terreno en el que no se puede trabajar con precisión”. Brasil posee una rica tradición ensayística con un amplio registro que va del ensayo más informal y literario, al más duro, el académico, el reservado para especialistas. Una muestra de ello es la antología Ensayista brasileños. Literatura, cultura y sociedad que Regina Crespo y Rodolfo Mata coordinaron para la colección de la UNAM “Poemas y ensayos” en el 2005. Ahí se incluyó un trabajo de Euclides Da Cunha, autor deLos sertones, un libro que bien podría compararse con Facundo de Juan Domingo Sarmiento, Una excusión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, o Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada, obras argentinas que por sus características particulares desbordan todo género, dando forma a inquietudes personales mediante un lenguaje, hasta antes de ellos, inédito. Estos libros fueron posibles gracias a condiciones históricas, culturales, y hasta geográficas, muy especiales.

Lo anterior lo ha reconocido João Almino (en imagen) y no es gratuito que Tendencias de la literatura brasileña (Leviatán, 2010), abra sus páginas con un texto sobre Brasilia, la ciudad donde ha ubicado hasta el día de hoy, cinco de sus narraciones que conforman un solo proyecto literario. Almino ha sido poco traducido al español, pero es posible leer su narración Las cinco estaciones del amor, que Alfaguara publicó en el 2003. Tendencias de la literatura brasileña forma parte de la tradición del ensayo de su país, y sin ser estrictamente un libro para conocedores, su lectura exige ciertos conocimientos precedentes. Almino pretende dibujar un mapa de la literatura actual de Brasil, y para ello revisa en sus trabajos la poesía y la narrativa del siglo XX brasileño. Hay cuatro grandes apartados, desde lo cuales proyecta sus ideas: “Mito, utopía y transculturalismo”, sobre la construcción y significación de Brasilia, pero también acerca de algunos desarrollos de la narrativa occidental; “Expresiones literarias del universalismo descentrado”, un recorrido de Machado de Assis a Clarice Lispector, repasando al mismo tiempo las ideas de Oswald de Andrade sobre la antropofagia cultural, y su ejercicio en el presente; “Diálogos literarios. Brasil-Portugal y Brasil-Estados Unidos”, un capítulo extenso y complejo al respecto de estas relaciones; y finalmente “Poéticas del vacío”, un análisis más específico de autores como Robert Creeley (a quien Almino entrevistó junto con Regis Bonvicino en 1996), Herberto Helder o João Cabral de Melo Neto.

Los títulos de los capítulos quizá son poco certeros, pues el libro de Almino no es para nada el libro de un profesor sino el de un escritor, y por lo mismo sus palabras poseen el riesgo de una imaginación que se abre paso. Su trabajo sobre Brasilia es atrayente y sugiere constantemente ideas que chispean inteligencia: “Incluso preservada, la arquitectura absorbe el espíritu del tiempo, acomodándose a las nuevas realidades. […] Así pues, en Brasilia se ven exacerbados tanto la tensión entre la racionalidad geométrica y la vivencia creativa de lo cotidiano […]“. Uno de las preocupaciones principales del libro es el deseo de “liberar a la creación para que no permanezca cautiva de las modas internacionales ni, tampoco, de las fronteras o raíces”, y que como bien elabora Almino es posible hacer frente desde una posición cosmopolita pero que no niega lo local ni lo concreto. Esto es un poco a lo que se refiere ese concepto de “universalismo descentrado”. Posiciones de este tipo, comenzaron a configurarse desde el periodo conocido como “modernismo brasileño”. Ahí hubo escritores que hoy son figura tutelares como Graciliano Ramos, y que con su nouvelle Vidas secas consiguió integrar sin abandonar una postura de invención literaria, de creación de formas y un lenguaje personal, un territorio y un paisaje regional. Algo sin duda muy parecido a lo que Rulfo hizo en México, escribir utilizando los recursos más avanzados de la literatura de su momento, sin despegarse de un entorno que conocía muy bien, y que por lo mismo era capaz de volverlo concreto y verosímil.

Sin embargo, lo que más me ha sorprendido del libro de João Almino, es su íntima relación con la poesía. El conocimiento preciso con el que habla de la poesía brasileña y también norteamericana, no puede ser otro que el que deriva de una larga relación filtrada a lo largo de años de lectura cuidadosa. Sus análisis de poemas de Creeley, Cabral de Melo Neto y Helder son respetuosos y cargados de admiración, lo que no impide que puedan hacerse observaciones hondas: “En Creeley, a partir de lo estático y lo silencioso la forma y el concepto ganan expresión, cual piedra sobre la cual descansa la mente, o cual figura extraída de la madera”. Cualquiera que haya leído al poeta norteamericano puede reconocer esto como cierto, y si era una intuición, gracias a Almino ha quedado por fin expresado con palabras claras.
La comparación es una herramienta poderosa y Almino lo sabe. Por ello no tiene miedo en utilizarla, aún cuando los objetos de ésta estén demasiado lejos. Hay en esto mucho que aprender. En las páginas donde contrapone la poesía norteamericana con la brasileña, se destacan los puntos de contacto, aunque se establecen además las diferencias. Es de hacer notar que Brasil y Estados Unidos poseen estos vasos comunicantes y es extraño, que nosotros más cerca de Estados Unidos, no hayamos hecho una revisión más exhaustiva de esta relación. Me dio gusto leer el reconocimiento que Almino hace de Armando Freitas Filho, un extraordinario poeta que quedó al margen de Nothing the Sun Could Not Explain (Sun&Moon, 2000), la famosa antología de poetas brasileños editada en E.U. por Michael Palmer y Nelson Ascher. Unas líneas sobre la obra de Freitas Filho, quedan pendientes.

La Tempestad, México, 05/06/2012

El ensayo brasileño, hoy

Por José Luis Bobadilla

El ensayo admite cualquier forma y es, como Robert Musil ha dicho, “un terreno en que se puede trabajar con precisión, hacer algo con descuido… O bien; el máximo rigor accesible en un terreno en el que no se puede trabajar con precisión”. Brasil posee una rica tradición ensayística con un amplio registro que va del ensayo más informal y literario, al más duro, el académico, el reservado para especialistas. Una muestra de ello es la antología Ensayista brasileños. Literatura, cultura y sociedad que Regina Crespo y Rodolfo Mata coordinaron para la colección de la UNAM “Poemas y ensayos” en el 2005. Ahí se incluyó un trabajo de Euclides Da Cunha, autor deLos sertones, un libro que bien podría compararse con Facundo de Juan Domingo Sarmiento, Una excusión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, o Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada, obras argentinas que por sus características particulares desbordan todo género, dando forma a inquietudes personales mediante un lenguaje, hasta antes de ellos, inédito. Estos libros fueron posibles gracias a condiciones históricas, culturales, y hasta geográficas, muy especiales.

Lo anterior lo ha reconocido João Almino (en imagen) y no es gratuito que Tendencias de la literatura brasileña (Leviatán, 2010), abra sus páginas con un texto sobre Brasilia, la ciudad donde ha ubicado hasta el día de hoy, cinco de sus narraciones que conforman un solo proyecto literario. Almino ha sido poco traducido al español, pero es posible leer su narración Las cinco estaciones del amor, que Alfaguara publicó en el 2003. Tendencias de la literatura brasileña forma parte de la tradición del ensayo de su país, y sin ser estrictamente un libro para conocedores, su lectura exige ciertos conocimientos precedentes. Almino pretende dibujar un mapa de la literatura actual de Brasil, y para ello revisa en sus trabajos la poesía y la narrativa del siglo XX brasileño. Hay cuatro grandes apartados, desde lo cuales proyecta sus ideas: “Mito, utopía y transculturalismo”, sobre la construcción y significación de Brasilia, pero también acerca de algunos desarrollos de la narrativa occidental; “Expresiones literarias del universalismo descentrado”, un recorrido de Machado de Assis a Clarice Lispector, repasando al mismo tiempo las ideas de Oswald de Andrade sobre la antropofagia cultural, y su ejercicio en el presente; “Diálogos literarios. Brasil-Portugal y Brasil-Estados Unidos”, un capítulo extenso y complejo al respecto de estas relaciones; y finalmente “Poéticas del vacío”, un análisis más específico de autores como Robert Creeley (a quien Almino entrevistó junto con Regis Bonvicino en 1996), Herberto Helder o João Cabral de Melo Neto.

Los títulos de los capítulos quizá son poco certeros, pues el libro de Almino no es para nada el libro de un profesor sino el de un escritor, y por lo mismo sus palabras poseen el riesgo de una imaginación que se abre paso. Su trabajo sobre Brasilia es atrayente y sugiere constantemente ideas que chispean inteligencia: “Incluso preservada, la arquitectura absorbe el espíritu del tiempo, acomodándose a las nuevas realidades. […] Así pues, en Brasilia se ven exacerbados tanto la tensión entre la racionalidad geométrica y la vivencia creativa de lo cotidiano […]“. Uno de las preocupaciones principales del libro es el deseo de “liberar a la creación para que no permanezca cautiva de las modas internacionales ni, tampoco, de las fronteras o raíces”, y que como bien elabora Almino es posible hacer frente desde una posición cosmopolita pero que no niega lo local ni lo concreto. Esto es un poco a lo que se refiere ese concepto de “universalismo descentrado”. Posiciones de este tipo, comenzaron a configurarse desde el periodo conocido como “modernismo brasileño”. Ahí hubo escritores que hoy son figura tutelares como Graciliano Ramos, y que con su nouvelle Vidas secas consiguió integrar sin abandonar una postura de invención literaria, de creación de formas y un lenguaje personal, un territorio y un paisaje regional. Algo sin duda muy parecido a lo que Rulfo hizo en México, escribir utilizando los recursos más avanzados de la literatura de su momento, sin despegarse de un entorno que conocía muy bien, y que por lo mismo era capaz de volverlo concreto y verosímil.

Sin embargo, lo que más me ha sorprendido del libro de João Almino, es su íntima relación con la poesía. El conocimiento preciso con el que habla de la poesía brasileña y también norteamericana, no puede ser otro que el que deriva de una larga relación filtrada a lo largo de años de lectura cuidadosa. Sus análisis de poemas de Creeley, Cabral de Melo Neto y Helder son respetuosos y cargados de admiración, lo que no impide que puedan hacerse observaciones hondas: “En Creeley, a partir de lo estático y lo silencioso la forma y el concepto ganan expresión, cual piedra sobre la cual descansa la mente, o cual figura extraída de la madera”. Cualquiera que haya leído al poeta norteamericano puede reconocer esto como cierto, y si era una intuición, gracias a Almino ha quedado por fin expresado con palabras claras.
La comparación es una herramienta poderosa y Almino lo sabe. Por ello no tiene miedo en utilizarla, aún cuando los objetos de ésta estén demasiado lejos. Hay en esto mucho que aprender. En las páginas donde contrapone la poesía norteamericana con la brasileña, se destacan los puntos de contacto, aunque se establecen además las diferencias. Es de hacer notar que Brasil y Estados Unidos poseen estos vasos comunicantes y es extraño, que nosotros más cerca de Estados Unidos, no hayamos hecho una revisión más exhaustiva de esta relación. Me dio gusto leer el reconocimiento que Almino hace de Armando Freitas Filho, un extraordinario poeta que quedó al margen de Nothing the Sun Could Not Explain (Sun&Moon, 2000), la famosa antología de poetas brasileños editada en E.U. por Michael Palmer y Nelson Ascher. Unas líneas sobre la obra de Freitas Filho, quedan pendientes.

La Tempestad, México, 05/06/2012

El ensayo brasileño, hoy

Por José Luis Bobadilla

El ensayo admite cualquier forma y es, como Robert Musil ha dicho, “un terreno en que se puede trabajar con precisión, hacer algo con descuido… O bien; el máximo rigor accesible en un terreno en el que no se puede trabajar con precisión”. Brasil posee una rica tradición ensayística con un amplio registro que va del ensayo más informal y literario, al más duro, el académico, el reservado para especialistas. Una muestra de ello es la antología Ensayista brasileños. Literatura, cultura y sociedad que Regina Crespo y Rodolfo Mata coordinaron para la colección de la UNAM “Poemas y ensayos” en el 2005. Ahí se incluyó un trabajo de Euclides Da Cunha, autor deLos sertones, un libro que bien podría compararse con Facundo de Juan Domingo Sarmiento, Una excusión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, o Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada, obras argentinas que por sus características particulares desbordan todo género, dando forma a inquietudes personales mediante un lenguaje, hasta antes de ellos, inédito. Estos libros fueron posibles gracias a condiciones históricas, culturales, y hasta geográficas, muy especiales.

Lo anterior lo ha reconocido João Almino (en imagen) y no es gratuito que Tendencias de la literatura brasileña (Leviatán, 2010), abra sus páginas con un texto sobre Brasilia, la ciudad donde ha ubicado hasta el día de hoy, cinco de sus narraciones que conforman un solo proyecto literario. Almino ha sido poco traducido al español, pero es posible leer su narración Las cinco estaciones del amor, que Alfaguara publicó en el 2003. Tendencias de la literatura brasileña forma parte de la tradición del ensayo de su país, y sin ser estrictamente un libro para conocedores, su lectura exige ciertos conocimientos precedentes. Almino pretende dibujar un mapa de la literatura actual de Brasil, y para ello revisa en sus trabajos la poesía y la narrativa del siglo XX brasileño. Hay cuatro grandes apartados, desde lo cuales proyecta sus ideas: “Mito, utopía y transculturalismo”, sobre la construcción y significación de Brasilia, pero también acerca de algunos desarrollos de la narrativa occidental; “Expresiones literarias del universalismo descentrado”, un recorrido de Machado de Assis a Clarice Lispector, repasando al mismo tiempo las ideas de Oswald de Andrade sobre la antropofagia cultural, y su ejercicio en el presente; “Diálogos literarios. Brasil-Portugal y Brasil-Estados Unidos”, un capítulo extenso y complejo al respecto de estas relaciones; y finalmente “Poéticas del vacío”, un análisis más específico de autores como Robert Creeley (a quien Almino entrevistó junto con Regis Bonvicino en 1996), Herberto Helder o João Cabral de Melo Neto.

Los títulos de los capítulos quizá son poco certeros, pues el libro de Almino no es para nada el libro de un profesor sino el de un escritor, y por lo mismo sus palabras poseen el riesgo de una imaginación que se abre paso. Su trabajo sobre Brasilia es atrayente y sugiere constantemente ideas que chispean inteligencia: “Incluso preservada, la arquitectura absorbe el espíritu del tiempo, acomodándose a las nuevas realidades. […] Así pues, en Brasilia se ven exacerbados tanto la tensión entre la racionalidad geométrica y la vivencia creativa de lo cotidiano […]“. Uno de las preocupaciones principales del libro es el deseo de “liberar a la creación para que no permanezca cautiva de las modas internacionales ni, tampoco, de las fronteras o raíces”, y que como bien elabora Almino es posible hacer frente desde una posición cosmopolita pero que no niega lo local ni lo concreto. Esto es un poco a lo que se refiere ese concepto de “universalismo descentrado”. Posiciones de este tipo, comenzaron a configurarse desde el periodo conocido como “modernismo brasileño”. Ahí hubo escritores que hoy son figura tutelares como Graciliano Ramos, y que con su nouvelle Vidas secas consiguió integrar sin abandonar una postura de invención literaria, de creación de formas y un lenguaje personal, un territorio y un paisaje regional. Algo sin duda muy parecido a lo que Rulfo hizo en México, escribir utilizando los recursos más avanzados de la literatura de su momento, sin despegarse de un entorno que conocía muy bien, y que por lo mismo era capaz de volverlo concreto y verosímil.

Sin embargo, lo que más me ha sorprendido del libro de João Almino, es su íntima relación con la poesía. El conocimiento preciso con el que habla de la poesía brasileña y también norteamericana, no puede ser otro que el que deriva de una larga relación filtrada a lo largo de años de lectura cuidadosa. Sus análisis de poemas de Creeley, Cabral de Melo Neto y Helder son respetuosos y cargados de admiración, lo que no impide que puedan hacerse observaciones hondas: “En Creeley, a partir de lo estático y lo silencioso la forma y el concepto ganan expresión, cual piedra sobre la cual descansa la mente, o cual figura extraída de la madera”. Cualquiera que haya leído al poeta norteamericano puede reconocer esto como cierto, y si era una intuición, gracias a Almino ha quedado por fin expresado con palabras claras.
La comparación es una herramienta poderosa y Almino lo sabe. Por ello no tiene miedo en utilizarla, aún cuando los objetos de ésta estén demasiado lejos. Hay en esto mucho que aprender. En las páginas donde contrapone la poesía norteamericana con la brasileña, se destacan los puntos de contacto, aunque se establecen además las diferencias. Es de hacer notar que Brasil y Estados Unidos poseen estos vasos comunicantes y es extraño, que nosotros más cerca de Estados Unidos, no hayamos hecho una revisión más exhaustiva de esta relación. Me dio gusto leer el reconocimiento que Almino hace de Armando Freitas Filho, un extraordinario poeta que quedó al margen de Nothing the Sun Could Not Explain (Sun&Moon, 2000), la famosa antología de poetas brasileños editada en E.U. por Michael Palmer y Nelson Ascher. Unas líneas sobre la obra de Freitas Filho, quedan pendientes.