El cuerpo múltiple y sorpresivo, Alberto Ruy Sánchez sobre Las Cinco Estaciones del Amor de João Almino

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Alberto Ruy Sánchez

El cuerpo múltiple y sorpresivo

Sobre Las cinco estaciones del amor, de João Almino

Yo espero cada libro de Joao Almino con la certeza de que voy a encontrar en sus páginas una sorpresa inteligente. Y nunca ha disminuido mi asombro.

El es un narrador casi único, que sabe transmitir ideas profundas sin que éstas resten vida a la sustancia de las historias que cuenta.

Tal vez porque algo similar y complementario, ocurre en sus ensayos filosóficos donde la argumentación avanza con una vitalidad casi novelesca sin nunca perder el rigor del pensamiento.

Al filósofo y al novelista se añade el fotógrafo de mirada penetrante y de composiciones inusitadas. La más reciente exposición de su obra fotográfica acaba de presentarse en el Museo de Arte Moderno de Fortaleza. Con frecuencia sus fotos parecen un arte abstracto pero hecho con la sustancia más cotidiana de la vida. Sus imágenes denotan un ojo que sabe descomponer la realidad visible acercándose a ella de tal manera que una nueva composición surge ante nosotros subrayando algo que antes no habíamos sabido ver.

Crea una nueva realidad de formas estéticas que nos ayudan a comprender visiblemente al mundo de otra manera.

Tal vez algo similar sucede con sus novelas. Nos ayudan a mirarnos desde otro ángulo, a pensarnos y sentirnos distintos. Sus novelas iluminan nuestra búsqueda vital.

Los personajes de Las cinco estaciones del amor aparecen enmarcados y animados por la sensibilidad y el razonamiento de la narradora. Y es ella quien mejor nos transmite paso a paso la peculiar noción del cuerpo que ayuda a dar forma a su relato.

Una noción del cuerpo muy interesante y provocadora. Para decirlo en una frase: el cuerpo es múltiple, imprevisible, incompleto, deseante radical y transformable.

Para comenzar Ana, la narradora, alberga en su cuerpo a otra, a Diana, su opuesto complementario: una es tímida y la otra atrevida. En los momentos críticos de su vida, incluyendo el momento de hacer el amor, las dos personalidades se disputan el mando de su cuerpo. A lo largo de la novela vemos cómo el cuerpo de Ana/Diana reacciona, se transforma, al entrar en contacto con los otros personajes. Ella se ensaya en los otros como una sustancia química con otras sustancias.

Comenzando por el personaje mayor de la novela que es la ciudad de Brasilia: símbolo de una utopía moderna y verdadero caldo de cultivo de Ana/Diana y sus amigos. Por lo tanto sustancia donde se cuecen, se deshacen y vuelven a constituirse las ilusiones de todos y cada uno. Brasilia es también el personaje sustancial de las dos novelas anteriores de Joao Almino (Ideas sobre donde pasar el fin del mundo y Samba Enredo) constituyendo así una trilogía urbana que cuestiona de cabo a rabo los mitos que sustentan a esa capital y nos muestra tanto sus paradojas y contradicciones como su vitalidad imprevisible. Y es justo de lo imprevisible de la vida de lo que parece estar hecha esta novela.

Ana también se ensaya en su relación con Norberto, amigo de la juventud convertido ahora en Berta. El/Ella descubre que puede haber cambiado su cuerpo mediante una operación pero que eso no le ayuda a tener los papeles legales que la identifiquen como mujer. Esa imposibilidad burocrática de la transformación completa se convierte en símbolo de lo que de cualquier modo permanece.

Ana/Diana se enfrenta con Norberto/Berta a los límites de sus miedos, complicidades: a los límites de la tolerancia, el amor y la amistad. Y finalmente a la proximidad de la muerte.

Con Berenice enfrenta la desigualdad social, y la proximidad de la delincuencia con su hijo, amigo de su propio sobrino.

Con Cadu, el personaje que es como un estandarte erótico a través del tiempo, ella se enfrenta al perturbador torbellino de sus deseos. Instantáneos y sin futuro ni historia.

Hay un círculo del tiempo que se cierra en el presente narrativo de la novela: el de un grupo de amigos que decide reencontrarse treinta años después, justo al iniciar el milenio. Ana/Diana organiza el reencuentro y durante un año la vemos hacerlo. Al mismo tiempo trata de ir deshaciéndose del lastre de sus sueños pasados desechando los papeles que ha acumulado alo largo de varias décadas. Surge como una revelación la importancia del Instante. Todo sucede en el instante presente, como la narración de la novela. El pasado sólo existe en este instante, que nunca es el mismo.

En las otras novelas el instante es también protagonista: tanto en la explosión carnavalesca de Samba/Enredo, como en la muy pertinenente reflexión sobre la fotografía en Ideas sobre donde pasar el fin del mundo.

El desfile de personajes continúa transformándola hasta llegar al límite de todas las transformaciones: su muerte inducida por ella misma y su salvación inesperada. Su salvador, el vecino viudo, Carlos, la salva en todos los sentidos: le da nuevo sentido a su vida.

Y la filósofa que a lo largo de la novela elabora una interesante y compleja Teoría del Instante termina viviendo en los términos de un hombre que todo en la vida lo entiende como una metáfora del futbol. “Es difícil meter gol pero intentándolo muchas veces aumentan las probabilidades”.

Su renacimiento de las cenizas es la quinta estación del año, y de su biografía amorosa, la inesperada, la que afirma la vida como es y no como quisiéramos que fuera.

El cuerpo de Ana/Diana, de identidad movediza, renace hacia su esplendor desde las cenizas. Cuando su ciclo vital parecía terminado entra en su quinta estación.

A diferencia de la invasión de novelas lineales y verborreicas que se han puesto de moda, influidas sobre todo por el periodismo, la narrativa de Joâo Almino avanza a gran velocidad dando saltos en la acción. No llena páginas por llenarlas. No habla de más. No se detiene donde no es necesario y nunca es previsible.

En la palabra novela está la misión de contar cosas nuevas. No sólo lo nuevo: es decir las novedades del mundo que nos rodea, sino más bien una nueva manera de mirar, de vivir, de pensar el mundo. Una buena novela nos ayuda a repensarnos, a nacer de nuevo en nuestros cuerpos usados, a desearnos distintos, a encontrar, tal vez, nuestra quinta estación.

[:en]

Alberto Ruy-Sanchez

I await each book by Joao Almino with the certainty of finding an intelligent surprise in its pages. And I never cease to be amazed.

He is virtually a unique narrator, who knows how to transmit profound ideas without letting them steal life from the substance of his stories. …

Contrary to the flood of linear, verbose novels that have become the norm (influenced mainly by journalism), João Almino’s narrative races forward with leaps in the action. He doesn’t fill pages for the sake of filling them. He doesn’t speak too much. He doesn’t dwell on the unnecessary and is never predictable. …

(Tr. by Christopher Peterson)

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Alberto Ruy Sánchez
Sobre Las cinco estaciones del amor,
de João Almino

[:es]

Alberto Ruy Sánchez

Sobre Las cinco estaciones del amor, de João Almino

Yo espero cada libro de Joao Almino con la certeza de que voy a encontrar en sus páginas una sorpresa inteligente. Y nunca ha disminuido mi asombro.

El es un narrador casi único, que sabe transmitir ideas profundas sin que éstas resten vida a la sustancia de las historias que cuenta.

Tal vez porque algo similar y complementario, ocurre en sus ensayos filosóficos donde la argumentación avanza con una vitalidad casi novelesca sin nunca perder el rigor del pensamiento.

Al filósofo y al novelista se añade el fotógrafo de mirada penetrante y de composiciones inusitadas. La más reciente exposición de su obra fotográfica acaba de presentarse en el Museo de Arte Moderno de Fortaleza. Con frecuencia sus fotos parecen un arte abstracto pero hecho con la sustancia más cotidiana de la vida. Sus imágenes denotan un ojo que sabe descomponer la realidad visible acercándose a ella de tal manera que una nueva composición surge ante nosotros subrayando algo que antes no habíamos sabido ver.

Crea una nueva realidad de formas estéticas que nos ayudan a comprender visiblemente al mundo de otra manera.

Tal vez algo similar sucede con sus novelas. Nos ayudan a mirarnos desde otro ángulo, a pensarnos y sentirnos distintos. Sus novelas iluminan nuestra búsqueda vital.

Los personajes de Las cinco estaciones del amor aparecen enmarcados y animados por la sensibilidad y el razonamiento de la narradora. Y es ella quien mejor nos transmite paso a paso la peculiar noción del cuerpo que ayuda a dar forma a su relato.

Una noción del cuerpo muy interesante y provocadora. Para decirlo en una frase: el cuerpo es múltiple, imprevisible, incompleto, deseante radical y transformable.

Para comenzar Ana, la narradora, alberga en su cuerpo a otra, a Diana, su opuesto complementario: una es tímida y la otra atrevida. En los momentos críticos de su vida, incluyendo el momento de hacer el amor, las dos personalidades se disputan el mando de su cuerpo. A lo largo de la novela vemos cómo el cuerpo de Ana/Diana reacciona, se transforma, al entrar en contacto con los otros personajes. Ella se ensaya en los otros como una sustancia química con otras sustancias.

Comenzando por el personaje mayor de la novela que es la ciudad de Brasilia: símbolo de una utopía moderna y verdadero caldo de cultivo de Ana/Diana y sus amigos. Por lo tanto sustancia donde se cuecen, se deshacen y vuelven a constituirse las ilusiones de todos y cada uno. Brasilia es también el personaje sustancial de las dos novelas anteriores de Joao Almino (Ideas sobre donde pasar el fin del mundo y Samba Enredo) constituyendo así una trilogía urbana que cuestiona de cabo a rabo los mitos que sustentan a esa capital y nos muestra tanto sus paradojas y contradicciones como su vitalidad imprevisible. Y es justo de lo imprevisible de la vida de lo que parece estar hecha esta novela.

Ana también se ensaya en su relación con Norberto, amigo de la juventud convertido ahora en Berta. El/Ella descubre que puede haber cambiado su cuerpo mediante una operación pero que eso no le ayuda a tener los papeles legales que la identifiquen como mujer. Esa imposibilidad burocrática de la transformación completa se convierte en símbolo de lo que de cualquier modo permanece.

Ana/Diana se enfrenta con Norberto/Berta a los límites de sus miedos, complicidades: a los límites de la tolerancia, el amor y la amistad. Y finalmente a la proximidad de la muerte.

Con Berenice enfrenta la desigualdad social, y la proximidad de la delincuencia con su hijo, amigo de su propio sobrino.

Con Cadu, el personaje que es como un estandarte erótico a través del tiempo, ella se enfrenta al perturbador torbellino de sus deseos. Instantáneos y sin futuro ni historia.

Hay un círculo del tiempo que se cierra en el presente narrativo de la novela: el de un grupo de amigos que decide reencontrarse treinta años después, justo al iniciar el milenio. Ana/Diana organiza el reencuentro y durante un año la vemos hacerlo. Al mismo tiempo trata de ir deshaciéndose del lastre de sus sueños pasados desechando los papeles que ha acumulado alo largo de varias décadas. Surge como una revelación la importancia del Instante. Todo sucede en el instante presente, como la narración de la novela. El pasado sólo existe en este instante, que nunca es el mismo.

En las otras novelas el instante es también protagonista: tanto en la explosión carnavalesca de Samba/Enredo, como en la muy pertinenente reflexión sobre la fotografía en Ideas sobre donde pasar el fin del mundo.

El desfile de personajes continúa transformándola hasta llegar al límite de todas las transformaciones: su muerte inducida por ella misma y su salvación inesperada. Su salvador, el vecino viudo, Carlos, la salva en todos los sentidos: le da nuevo sentido a su vida.

Y la filósofa que a lo largo de la novela elabora una interesante y compleja Teoría del Instante termina viviendo en los términos de un hombre que todo en la vida lo entiende como una metáfora del futbol. “Es difícil meter gol pero intentándolo muchas veces aumentan las probabilidades”.

Su renacimiento de las cenizas es la quinta estación del año, y de su biografía amorosa, la inesperada, la que afirma la vida como es y no como quisiéramos que fuera.

El cuerpo de Ana/Diana, de identidad movediza, renace hacia su esplendor desde las cenizas. Cuando su ciclo vital parecía terminado entra en su quinta estación.

A diferencia de la invasión de novelas lineales y verborreicas que se han puesto de moda, influidas sobre todo por el periodismo, la narrativa de Joâo Almino avanza a gran velocidad dando saltos en la acción. No llena páginas por llenarlas. No habla de más. No se detiene donde no es necesario y nunca es previsible.

En la palabra novela está la misión de contar cosas nuevas. No sólo lo nuevo: es decir las novedades del mundo que nos rodea, sino más bien una nueva manera de mirar, de vivir, de pensar el mundo. Una buena novela nos ayuda a repensarnos, a nacer de nuevo en nuestros cuerpos usados, a desearnos distintos, a encontrar, tal vez, nuestra quinta estación.

[:fr]

EL CUERPO MÚLTIPLE Y SORPRESIVO

Alberto Ruy Sánchez

Sobre Las cinco estaciones del amor, de João Almino

Yo espero cada libro de Joao Almino con la certeza de que voy a encontrar en sus páginas una sorpresa inteligente. Y nunca ha disminuido mi asombro.

El es un narrador casi único, que sabe transmitir ideas profundas sin que éstas resten vida a la sustancia de las historias que cuenta.

Tal vez porque algo similar y complementario, ocurre en sus ensayos filosóficos donde la argumentación avanza con una vitalidad casi novelesca sin nunca perder el rigor del pensamiento.

Al filósofo y al novelista se añade el fotógrafo de mirada penetrante y de composiciones inusitadas. La más reciente exposición de su obra fotográfica acaba de presentarse en el Museo de Arte Moderno de Fortaleza. Con frecuencia sus fotos parecen un arte abstracto pero hecho con la sustancia más cotidiana de la vida. Sus imágenes denotan un ojo que sabe descomponer la realidad visible acercándose a ella de tal manera que una nueva composición surge ante nosotros subrayando algo que antes no habíamos sabido ver.

Crea una nueva realidad de formas estéticas que nos ayudan a comprender visiblemente al mundo de otra manera.

Tal vez algo similar sucede con sus novelas. Nos ayudan a mirarnos desde otro ángulo, a pensarnos y sentirnos distintos. Sus novelas iluminan nuestra búsqueda vital.

Los personajes de Las cinco estaciones del amor aparecen enmarcados y animados por la sensibilidad y el razonamiento de la narradora. Y es ella quien mejor nos transmite paso a paso la peculiar noción del cuerpo que ayuda a dar forma a su relato.

Una noción del cuerpo muy interesante y provocadora. Para decirlo en una frase: el cuerpo es múltiple, imprevisible, incompleto, deseante radical y transformable.

Para comenzar Ana, la narradora, alberga en su cuerpo a otra, a Diana, su opuesto complementario: una es tímida y la otra atrevida. En los momentos críticos de su vida, incluyendo el momento de hacer el amor, las dos personalidades se disputan el mando de su cuerpo. A lo largo de la novela vemos cómo el cuerpo de Ana/Diana reacciona, se transforma, al entrar en contacto con los otros personajes. Ella se ensaya en los otros como una sustancia química con otras sustancias.

Comenzando por el personaje mayor de la novela que es la ciudad de Brasilia: símbolo de una utopía moderna y verdadero caldo de cultivo de Ana/Diana y sus amigos. Por lo tanto sustancia donde se cuecen, se deshacen y vuelven a constituirse las ilusiones de todos y cada uno. Brasilia es también el personaje sustancial de las dos novelas anteriores de Joao Almino (Ideas sobre donde pasar el fin del mundo y Samba Enredo) constituyendo así una trilogía urbana que cuestiona de cabo a rabo los mitos que sustentan a esa capital y nos muestra tanto sus paradojas y contradicciones como su vitalidad imprevisible. Y es justo de lo imprevisible de la vida de lo que parece estar hecha esta novela.

Ana también se ensaya en su relación con Norberto, amigo de la juventud convertido ahora en Berta. El/Ella descubre que puede haber cambiado su cuerpo mediante una operación pero que eso no le ayuda a tener los papeles legales que la identifiquen como mujer. Esa imposibilidad burocrática de la transformación completa se convierte en símbolo de lo que de cualquier modo permanece.

Ana/Diana se enfrenta con Norberto/Berta a los límites de sus miedos, complicidades: a los límites de la tolerancia, el amor y la amistad. Y finalmente a la proximidad de la muerte.

Con Berenice enfrenta la desigualdad social, y la proximidad de la delincuencia con su hijo, amigo de su propio sobrino.

Con Cadu, el personaje que es como un estandarte erótico a través del tiempo, ella se enfrenta al perturbador torbellino de sus deseos. Instantáneos y sin futuro ni historia.

Hay un círculo del tiempo que se cierra en el presente narrativo de la novela: el de un grupo de amigos que decide reencontrarse treinta años después, justo al iniciar el milenio. Ana/Diana organiza el reencuentro y durante un año la vemos hacerlo. Al mismo tiempo trata de ir deshaciéndose del lastre de sus sueños pasados desechando los papeles que ha acumulado alo largo de varias décadas. Surge como una revelación la importancia del Instante. Todo sucede en el instante presente, como la narración de la novela. El pasado sólo existe en este instante, que nunca es el mismo.

En las otras novelas el instante es también protagonista: tanto en la explosión carnavalesca de Samba/Enredo, como en la muy pertinenente reflexión sobre la fotografía en Ideas sobre donde pasar el fin del mundo.

El desfile de personajes continúa transformándola hasta llegar al límite de todas las transformaciones: su muerte inducida por ella misma y su salvación inesperada. Su salvador, el vecino viudo, Carlos, la salva en todos los sentidos: le da nuevo sentido a su vida.

Y la filósofa que a lo largo de la novela elabora una interesante y compleja Teoría del Instante termina viviendo en los términos de un hombre que todo en la vida lo entiende como una metáfora del futbol. “Es difícil meter gol pero intentándolo muchas veces aumentan las probabilidades”.

Su renacimiento de las cenizas es la quinta estación del año, y de su biografía amorosa, la inesperada, la que afirma la vida como es y no como quisiéramos que fuera.

El cuerpo de Ana/Diana, de identidad movediza, renace hacia su esplendor desde las cenizas. Cuando su ciclo vital parecía terminado entra en su quinta estación.

A diferencia de la invasión de novelas lineales y verborreicas que se han puesto de moda, influidas sobre todo por el periodismo, la narrativa de Joâo Almino avanza a gran velocidad dando saltos en la acción. No llena páginas por llenarlas. No habla de más. No se detiene donde no es necesario y nunca es previsible.

En la palabra novela está la misión de contar cosas nuevas. No sólo lo nuevo: es decir las novedades del mundo que nos rodea, sino más bien una nueva manera de mirar, de vivir, de pensar el mundo. Una buena novela nos ayuda a repensarnos, a nacer de nuevo en nuestros cuerpos usados, a desearnos distintos, a encontrar, tal vez, nuestra quinta estación.

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